martes, 22 de marzo de 2011

Fin de semana para el olvido

 Era viernes. Los adolescente salían jubilosos de la escuela, ya el hecho de escuchar el timbre de salida los alegraba, marcaba el comienzo del tan esperado fin de semana. Entre la multitud se podía distinguir a una adolescente en particular, una que aunque se sacaba un peso de ensima al escuchar ese tiembre sabía que su fin de semana no iba a ser de los que se cuentan el lunes por la mañana,y no era por falta de invitaciones o planes.
 El sábado tenía lugar un campamento anual que realizaba el movimiento al que pertenece, pero por alguna extraña razón no esta emocionada por ir, es más, sabía que no iba a ir. No quería admitirlo frente a sus amigas, no había razón alguna, simplemente no quería.
 Esa semana una compañera de curso cumplió sus 18 años y a ella la habían invitado a salir a bailar a la noche, una salida planeada desde el lunes. Al principio la esperaba con ansias, pero con el pasar de la semana buscaba una escusa para no ir.
 Llego a su casa. Almorzó, se puso al día con las redes sociales y fue con su mamá a la pieza. Últimamente no se sentía muy bien, los espansos dolores de oído habían vuelto a jugar revancha y su garganta estaba adolorida, con esa excusa se acostó a mirar televisión con su mamá.
 Alguien la sacudía, era su hermana anunciandole la cena. Si, había dormido toda la tarde, ¡PERFECTO! Ya tenía excusa para no salir, mejor dicho, una excusa que contar, porque no podía ir a decirles a sus amigas (aquellas prácticamente necesitan dos roperos de toda la ropa que tienen para usar, aquellas que siempre están a la moda) que no salía porque el único pantalón que tenía era uno de su hermana de hace 3 años atrás que le quedaba grande e incómodo pero que lo usaba porque había roto dos pantalones mas y al ser el único que tenía no había otro que usar. Sus amigas de la escuela no la entenderían.
 Esa noche de viernes transcurrió como cualquier otra, un poco de compu otro poco de tele y a la cama. Le esperaba un sábado tranquilo, falta de amigos (ya que se encontraban de campamento) iba a ir a la casa de su abuela a almorzar y quedarse a dormir.
 Sábado 13:00hs: se despierta.
 ¿No!¡Otra vez no! Se había quedado dormida de nuevo, no llegaría a almorzar a la casa de su abuela.
 ¡Problema solucionado! Su abuela la pasará a buscar a la tarde para llevarla a su casa.
  La adolescente pasó toda la tarde de sábado lavando ropa, limpiando pisos y cocinó pizza casera, mientras el remordimiento de no haber ido al campamento comenzaba a crecer dentro de ella.
  Allí estaba, sábado a la noche sola mirando televisión, atragantándose de helado, buenos plananes para un fin de semana ¿no? ¿Cómo iba a lograr tener un buen cuerpo si no retomaba el ejercicio y comía helado a montones? ¿Cúando iba a entender que debía dejar de comer cosas dulces? Sí, había comprado para llevarse la merienda desde la casa, pero si después se comía un alfajor, ¿de qué servía?
 El último día del tan esperado fin de semana aparece, y con él "el deber" del estudio. Siente bronca, detesta las pruebas al incio de semana. Ensima, de una de las materias que menos le gusta.
 Horas y horas pasó sentada estudiando y sin embargo parecía que nunca lo había leído cada vez que lo repasaba. Ya está, lo que pude retener será lo que ella escribirá en la prueba, esta harta de leer mil veces lo mismo. Guarda cuidadosamente todo en el bolso, procurando no olvidarse de nada y se va a bañar para ir a Misa, a poder disfrutar de un buen momento con sus verdaderos amigos, aquellos que la quieren y se preocupan por ella, no como los que tiene en la escuela.

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